SEPARADOS EN NUEVA UNION

miércoles, octubre 4

Queridas Comunidades de Camino a Nazareth:

Con alegría queremos hacerles partícipes de que estamos comprometidos con esta pastoral desde hace dos años y medio.Hemos vivenciado diferentes momentos, desde la primera jornada en la que participamos, y de cómo nos hemos ido insertando, y estamos participando activamente en la comunidad Cristiana.
En febrero del año 2005, participamos con expectativa de la Jornada de Formación doctrinal para Servidores, la cual nos aportó más conocimientos, y en noviembre tuvimos la gran satisfacción de recibir en nuestra comunidad a Monseñor José Bonet Alcón, miembro del Tribunal Eclesiástico Nacional, en 2da.Instancia, quien no sólo dio una charla abierta sobre Nulidad Matrimonial a toda la comunidad de Saladillo, sino que también aclaró muchas dudas.
En noviembre próximo, nos estamos preparando para un Taller de Metodología Catequística, que será una herramienta de gran utilidad para nuestro desarrollo como Iglesia, y que nos permitirá poner en práctica en próximas jornadas.
Por último, no queremos dejar de mencionar el apoyo permanente e incondicional del Sacerdote de nuestra comunidad de Saladillo, Padre Antonio Gradoazzo, nuestro asesor espiritual, porque gracias a su preocupación hacia quienes vivimos esta problemática, permitió la inserción de la Pastoral en nuestra comunidad.
Un abrazo en la Sagrada Familia de Nazareth,


Camino a Nazareth
Comunidad de Saladillo
Diócesis de Azul


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lunes, octubre 2

El Papa llama a rezar el Rosario en familia por la paz del mundo y la misión de la Iglesia.

En su intervención antes de rezar el Ángelus.
CASTEL GANDOLFO, domingo, 1 octubre 2006 ( ZENIT.org).- Este domingo, primer día del mes que la Iglesia dedica tradicionalmente al Rosario y a las Misiones, Benedicto XVI ha recordado la esencia de esta oración mariana y ha pedido que se rece -en familia- por la paz, por las Misiones y también en apoyo de su ministerio petrino.
Reunidos junto al Papa en la residencia pontificia de Castel Gandolfo, miles de fieles y peregrinos respondieron a esta invitación acogiéndola con un fuerte aplauso.
«Es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda», reconoció el Santo Padre aludiendo además a la fiesta de la Virgen del Rosario, el próximo 7 de octubre. El Rosario «oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura», es «la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María», sintetizó el Papa.
E invitó «a rezar el Rosario durante este mes en familia» y en esas otras familias espirituales más amplias, «en las comunidades y en las parroquias», «por las intenciones del Papa, por la misión de la Iglesia y por la paz del mundo».
Además quiso señalar al «gran apóstol del Rosario», su predecesor, «el amado» Juan Pablo II.
«Le recordamos arrodillado con la corona entre las manos, inmerso en la contemplación de Cristo, como él mismo invitó a hacer con la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae" , evocó Benedicto XVI.
Fue el 16 de octubre de 2002 cuando el Papa Karol Wojtyla celebró los 24 años de su pontificado con dos gestos simbólicos: la proclamación del Año del Rosario y la publicación de la citada Carta Apostólica dedicada a esta oración mariana.
Durante la tradicional audiencia de los miércoles, celebrada aquel día en la Plaza de San Pedro en el Vaticano ante miles de peregrinos de los cinco continentes, Juan Pablo II firmó esta Carta y puso en manos de la Virgen María «la vida de la Iglesia y la vida tan convulsionada de la humanidad».
En «Rosarium Virginis Mariae» («El Rosario de la Virgen María») el entonces pontífice presentó la oración mariana -si se reza «con devoción y no mecánicamente»- como una «meditación de los misterios de la vida y de la obra de Cristo».
Y como en los quince misterios del Rosario -que hasta entonces se contemplaban- faltaban los grandes acontecimientos de la vida pública de Cristo, en la nueva carta el Papa Karol Wojtyla añadió otros cinco misterios y los llamó «Misterios de luz».


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El Don de Dios

Evangelio: Jn 4, 5-42
Es una gran lección este conocido diálogo entre Jesús y la mujer samaritana. Entre la rica enseñanza que ofrece, nos detendremos hoy en meditar solamente en un detalle: Jesús, que es Dios y ha venido al mundo para nuestra salvación, para hacernos partícipes, colmándonos, de su divinidad, cuando se encuentra con esta mujer no le ofrece nada, tampoco intenta adoctrinarla, en un primer momento, como hace con otras personas a diario. Jesús le pide que le sirva, a El. Jesús nos pide a los Separados en Nueva Unión, como a la mujer Samaritana que le sirvamos. Pero sigamos en la línea de este hermoso Evangelio es el mismo Jesús quien nos habla. Parece como si quisiera aprovechar la presencia de ella junto al pozo para remediar su sed; como si, por una vez, a Jesús le moviera de entrada su interés particular.
— ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos, protesta la mujer. Es el prototipo de las evasivas que empleamos cuando no queremos llevar a cabo la voluntad de Dios: siempre somos capaces de encontrar alguna razón, y vaya que la tenemos por estar en una situación irregular para la Iglesia; desde nuestro punto de vista, que nos justifique eludir lo que el Señor espera de nosotros. No pocas veces, como en este caso, la excusa es también un ataque, más o menos descarado, a quien nos enseña cómo agradaríamos a Dios. La pretendida falta en quien sólo busca nuestro bien –nada para sí –la convertimos en el obstáculo insuperable para actuar como Dios espera. ¡Cuántas veces quizá habremos hecho oídos sordos –menospreciándolo, dándole poca importancia – al consejo de quien nos animaba a rezar más, a leer el Santo Evangelio, a asistir con frecuencia a Misa, a participar de las Jornadas de Amor de Camino a Nazareth! Posiblemente nos sintamos, como aquella mujer, demasiado seguros de nosotros mismos y apenas nos planteamos la posibilidad de mejorar.
La petición de Jesús supone una exigencia. Pero, simultáneamente, también una ocasión de desarrollo personal: hacer algo por Dios, es amarle, y nada puede enriquecernos tanto. De ahí, que cuando nos parece que el Señor espera algo de nosotros, que nos pide, que le agradaría un cambio en nuestra conducta, o que nos exijamos más, en realidad nos está dando: nos ofrece una ocasión de amarle, cumpliendo su voluntad. Las peticiones que Dios nos hace, no son para que hagamos algo por El, por favorecerle; sino, muy al contrario, para hacer El algo por nosotros: para santificarnos. Y esos presentimientos de que "así" concretamente o del "otro modo" nuestra vida sería más agradable a Dios son, sin duda, luces del Espíritu Santo que alumbran nuestro camino hacia nazareth, aunque nos hagan ver también que es una cuesta empinada y costosa y de hecho lo es. Demos gracias, pues: que, junto a la luz, nuestro Señor y buen Padre nos ofrece siempre toda la fuerza para sus hijos en esta situación, que no desfallezcamos, y después la alegría y la paz al cumplir su voluntad.
Si nos fijamos en la Madre de Dios, reconocemos en Ella a la criatura más enriquecida por el Creador, y nadie es tan feliz como ella: bienaventurada me llamarán todas las generaciones, declara. Recordemos a la vez que quiso cumplir en todo la voluntad del Señor: he aquí la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra, contestó al Ángel Gabriel, aceptando para el siempre lo que Dios le pedía. A nadie ha pedido nunca tanto Dios como ella. A la mayor petición de Dios y la más perfecta entrega de la criatura, corresponde la máxima grandeza humana y la más plena felicidad. Nos acogemos al su intercesión, para que entendamos un poco más lo que significa amar y cumplir la voluntad del Señor en esta Pastoral.
Que el Buen Dios los Bendiga y los Guarde.
Norma y Luis Alberto Silva
Comunidad de FORMOSA
Llegó entonces a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a su hijo José. Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del viaje, se había sentado en el pozo. Era más o menos la hora sexta.
Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo:
—Dame de beber –sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos.
Entonces le dijo la mujer samaritana:
— ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? –porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le respondió:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva.
La mujer le dijo:
—Señor, no tienes nada con qué sacar agua, y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar el agua viva? ¿O es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
—Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo –respondió Jesús, pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna.
—Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla –le dijo la mujer.
Él le contestó:
—Anda, llama a tu marido y vuelve aquí.
—No tengo marido –le respondió la mujer.
Jesús le contestó:
—Bien has dicho: «No tengo marido», porque has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido; en esto has dicho la verdad.
—Señor, veo que tú eres un profeta –le dijo la mujer. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén.
Le respondió Jesús:
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad.
—Sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir –le dijo la mujer-. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas.
Le respondió Jesús:
—Yo soy, el que habla contigo.
A continuación llegaron sus discípulos, y se sorprendieron de que estuviera hablando con una mujer. Pero ninguno le preguntó: «¿Qué buscas?», o «¿de qué hablas con ella?» La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y le dijo a la gente:
—Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será él el Cristo?
Salieron de la ciudad y fueron adonde él estaba.
Entretanto los discípulos le rogaban diciendo:
—Rabí, come. Pero él les dijo:
—Para comer yo tengo un alimento que vosotros no conocéis.
Decían los discípulos entre sí:
—¿Pero es que le ha traído alguien de comer? Jesús les dijo:
—Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No decís vosotros que faltan cuatro meses para la siega? Pues yo os digo: levantad los ojos y mirad los campos que están dorados para la siega; el segador recibe ya su jornal y recoge el fruto para la vida eterna, para que se gocen juntos el que siembra y el que siega. Pues en esto es verdadero el refrán de que uno es el que siembra y otro el que siega. Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis trabajado; otros trabajaron y vosotros os habéis aprovechado de su esfuerzo.
Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así que, cuando los samaritanos llegaron adonde él estaba, le pidieron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Entonces creyeron en él muchos más por su predicación. Y le decían a la mujer:
—Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.Palabra de Dios


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domingo, octubre 1

Asignatura pendiente: "Los separados en nueva unión"

Estamos próximos a que se cumplan veinticinco años de Exhortación Apostólica sobre la Misión de la Familia Cristiana en el Mundo Actual: Familiaris Consortio (Juan Pablo II, 1981). En este documento (nº 84), encontramos las líneas pastorales para el recibimiento y la acogida de los separados en nueva unión dentro de la Iglesia, lo cual ha permitido desarrollar iniciativas para avanzar en esa dirección y dar una respuesta a quienes atraviesan en esa situación.Sin embargo, y por eso señalo que han pasado casi quince años, algunos teníamos la expectativa de que se dieran pasos más grandes que los que se han dado. La exhortación papal tiene su origen en las proposiciones y recomendaciones del Sínodo de Obispos sobre la Familia (1980), donde muchos obispos pidieron, a toda, la Iglesia Católica, una mayor apertura, ante esa problemática.
Es interesante subrayar la proposición 14 del Sínodo que incita ,en especial, a distinguir las muy diversas situaciones. Ahí es donde se alude a la certeza subjetiva, en conciencia, de que haya sido válido el primer matrimonio irremediablemente destruido. Se afirma la legitimidad de la postura de la Iglesia, pero, al mismo tiempo, el Sínodo invita a los pastores y a la comunidad cristiana a una gran caridad.
Como conclusión, hay un llamamiento muy concreto: El Sínodo, en su preocupación pastoral por estos fieles (los divorciados vueltos a casar), desea que se lleve a cabo una nueva y más profunda búsqueda sobre esta materia, teniendo también en cuenta la práctica de los obispos de Oriente, de manera que se haga más evidente la misericordia pastoral. La votación de esta proposición fue significativa: 179 sí, 20 no, y 7 abstenciones (Documentación Catholique del 7 de junio de 1981).
En su libro Cristianos divorciados vueltos a casar (p. 170), Mons. A. Le Bourgeois continúa la reflexión: ¿Qué ha sido de esta petición? Testimonia la preocupación de muchos obispos en todo el mundo; indica una pista de búsqueda, en la que la teología y la historia, pueden llevar a soluciones pastorales nueva (...).
Para conocer la praxis pastoral de las Iglesias Orientales, se sugiere la lectura de: ¿Hay una salida? Pastoral para divorciados, de Mons. Bernhard Häring, quien se ocupó con intensidad y extensión, de la llamada "oikonomía", con respecto a los separados en nueva unión.
En la Argentina, desde hace unos diez años, la gente de Camino a Nazareth, una comunidad de matrimonios, algunos en primera unión y otros en segunda unión, con el asesoramiento de sacerdotes que guían su proceso de crecimiento en la fe, constituyen una pastoral específica dirigida a quienes han vuelto a formar una familia.
Los encargados de las actividades primarias son matrimonios en esa situación, por lo tanto, pueden comprender y contener, de una manera especial, a todos aquéllos que se acercan para solicitar orientaciones.
Esta comunidad desarrolla una labor importantísima para acoger y contener, dentro de la Iglesia, a los matrimonios separados en nueva unión y ayudan a fortalecer los vínculos conyugales, a proporcionar educación cristiana a sus hijos y vivir su compromiso de bautizados.
Acompañan a los matrimonios a profundizar en la Palabra y a perseverar en la oración, con el fin de que logren reintegrarse en sus parroquias de pertenencia. Promocionan obras de caridad para los más necesitados y, una vez insertos o reinsertos en la Iglesia, se transformen en un hogar abierto y apostólico

Una pastoral con sólida base doctrinal
La ya mencionada Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, en el parágrafo 84, ofrece un punto de partida excelente para todo el trabajo que se está realizando.
La Iglesia, en efecto, instituida para conducir a la salvación de todos los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede abandonar a quienes -unidos ya con el vínculo matrimonial sacramental- han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto, procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación.
Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que, por culpa grave, han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente, están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y, a veces, están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido válido.
En unión con el Sínodo, exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorta a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar, de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y, así, los sostenga en la fe y en la esperanza.
¿Cuál es, entonces, la asignatura pendiente? Precisamente, que se cumplan cada una de estas exhortaciones y que se avance más profundamente en el tema del amor matrimonial y el compromiso asumido desde la fe al celebrar el sacramento. ¿En qué situación están aquéllos que establecieron una primera unión y que, por diversas circunstancias, no perduró, sobrevino la separación y se produjo una nueva unión?
Es difícil establecer una regla general. A muchos, lamentablemente la gran mayoría, esa situación los ha alejado de la Iglesia y, hasta de Dios. No hemos sabido ver las cosas con los ojos de Dios y nos hemos dejado ganar por prejuicios y juicios que no contribuyen en nada a la integración en la comunidad cristiana y en la gran familia de los bautizados.
Hay varios temas para revisar y repensar: los que viven en nueva unión deberían percibir que la fe cristiana tiene una palabra de amor y comprensión para ellos. Jesús fue muy claro al decir "no separe el hombre lo que Dios ha unido"; no obstante, los hombres no nos hemos puesto a pensar si, ante una separación, el hombre está separando lo que Dios unió o, simplemente, está separando algo sólo unido por el hombre y de manera frágil e inconsistente.
Sacerdotes y laicos deberíamos enfrentar el problema tratando de abrir caminos y brindando comprensión a cada pareja que se nos presenta. Estoy seguro de que numerosos casos de nuevas uniones son, en realidad, la primera y verdadera unión.
Quizás algo cambie en el futuro. Distintas miradas han tenido una nueva perspectiva con el paso del tiempo y el análisis serio desde la teología; infinidad de temas, a lo largo de los siglos, parecían inamovibles e inalterables y hoy han cambiado...

Juan Carlos Pisano
jcpisano@fibertel.com.ar


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