SEPARADOS EN NUEVA UNION

sábado, marzo 17

Aporte sobre la Exhortación Apostólica Post-sinodal Sacramentum Caritatis

A partir de la presentación de la Exhortación Apostólica Post-sinodal Sacramentum Caritatis, del actual Pontífice, se difundieron, por distintos medios de comunicación, informaciones erróneas sobre algunos puntos del documento. Estas informaciones pueden generar confusión entre nuestros fieles y en la opinión pública en general, por eso les hacemos llegar este aporte que pretende aclarar los puntos mal interpretados.

1- El Nº 24 de la Exhortación está dedicado al tema “Eucaristía y celibato sacerdotal” y allí no se afirma otra cosa que la doctrina tradicional sobre el celibato. Después de descartar la mera funcionalidad afirma que “...representa una especial conformación con el estilo de vida del propio Cristo. Dicha opción es ante todo esponsal; es una identificación con el corazón de Cristo Esposo que da la vida por su Esposa”. Luego el papa confirma la praxis ya existente: “Junto con la gran tradición eclesial, con el Concilio Vaticano II y con los Sumos Pontífices predecesores míos, reafirmo la belleza y la importancia de una vida sacerdotal vivida en el celibato, como signo que expresa la dedicación total y exclusiva a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios, y confirmo por tanto su carácter obligatorio para la tradición latina.”
2- El Nº 29 se detiene sobre “Eucaristía e indisolubilidad del matrimonio”. Partiendo de la noción del matrimonio como signo del amor de cristo por la Iglesia afirma: “Puesto que la Eucaristía expresa el amor irreversible de Dios en Cristo por su Iglesia, se entiende por qué ella requiere, en relación con el sacramento del Matrimonio, esa indisolubilidad a la que aspira todo verdadero amor.” Y más adelante “El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía.” Frente a esta realidad recuerda que “Los Pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados.” Y que “los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la Santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea educativa de los hijos.” Además dedica un párrafo al tratamiento de los posibles matrimonios nulos destacando el “carácter pastoral, así como su correcta y pronta actuación”, teniendo en cuenta que “se ha de evitar que la preocupación pastoral sea interpretada como una contraposición con el derecho. Más bien se debe partir del presupuesto de que el amor por la verdad es el punto de encuentro fundamental entre el derecho y la pastoral: en efecto, la verdad nunca es abstracta, sino que «se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel». Este apartado pone de manifiesto la preocupación materna de la Iglesia, sin prescindir de la fidelidad a la verdad.
3- En cuanto al brevísimo Nº 62 en que se hace referencia a la “Lengua Latina” en ningún momento habla de volver al rito de San Pío V ni de suprimir las celebraciones en lengua vernácula, sino que propone, tal como ya lo planteaba el Concilio Vaticano II, conservar el uso del latín en determinadas circunstancias: “Para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia, quisiera recomendar lo que ha sugerido el Sínodo de los Obispos, en sintonía con las normas del Concilio Vaticano II: exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, sería bueno que dichas celebraciones fueran en latín; también se podrían rezar en latín las oraciones más conocidas de la tradición de la Iglesia y, eventualmente, utilizar cantos gregorianos.”

Consideramos que clarificar a nuestros fieles y a la opinión pública en general sobre el verdadero contenido de la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum Caritatis puede contrarrestar el escándalo que pueden producir las informaciones periodísticas tan difundidas.
Padre Marcelo Iglesias
Comunidad de Cipolletti
CAMINO A NAZARETH

De la Exhortación Apostólica Post-sinodal Sacramentum Caritatis

Eucaristía y celibato sacerdotal
24. Los Padres sinodales han querido subrayar que el sacerdocio ministerial requiere, mediante la Ordenación, la plena configuración con Cristo. Respetando la praxis y las tradiciones orientales diferentes, es necesario reafirmar el sentido profundo del celibato sacerdotal, considerado justamente como una riqueza inestimable y confirmado por la praxis oriental de elegir como obispos sólo entre los que viven el celibato, y que tiene en gran estima la opción por el celibato que hacen numerosos presbíteros. En efecto, esta opción del sacerdote es una expresión peculiar de la entrega que lo conforma con Cristo y de la entrega exclusiva de sí mismo por el Reino de Dios. (cfr Proposición Sinodal 11) El hecho de que Cristo mismo, sacerdote para siempre, viviera su misión hasta el Sacrificio de la Cruz en estado de virginidad es el punto de referencia seguro para entender el sentido de la tradición de la Iglesia latina a este respecto. Así pues, no basta con comprender el celibato sacerdotal en términos meramente funcionales. En realidad, representa una especial conformación con el estilo de vida del propio Cristo. Dicha opción es ante todo esponsal; es una identificación con el corazón de Cristo Esposo que da la vida por su Esposa. Junto con la gran tradición eclesial, con el Concilio Vaticano II (Cfr Presbyterorum Ordinis 16) y con los Sumos Pontífices predecesores míos, (Cf. Juan XXIII, Carta enc. Sacerdotii nostri primordia (1 agosto 1959): AAS 51 (1959), 545-579; Pablo VI, Carta enc. Sacerdotalis coelibatus (24 junio 1967): AAS 59 (1967), 657-697; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), 29: AAS 84 (1992), 703-705; Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana
(22 diciembre 2006): L'Osservatore Romano, ed. en lengua española (29 diciembre 2006), p. 7.) reafirmo la belleza y la importancia de una vida sacerdotal vivida en el celibato, como signo que expresa la dedicación total y exclusiva a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios, y confirmo por tanto su carácter obligatorio para la tradición latina. El celibato sacerdotal, vivido con madurez, alegría y dedición, es una grandísima bendición para la Iglesia y para la sociedad misma.

Eucaristía e indisolubilidad del matrimonio
29. Puesto que la Eucaristía expresa el amor irreversible de Dios en Cristo por su Iglesia, se entiende por qué ella requiere, en relación con el sacramento del Matrimonio, esa indisolubilidad a la que aspira todo verdadero amor. (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1640) Por tanto, es más que justificada la atención pastoral que el Sínodo ha dedicado a las situaciones dolorosas en que se encuentran bastantes fieles que, después de haber celebrado el sacramento del Matrimonio, se han divorciado y contraído nuevas nupcias. Se trata de un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos. Los Pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados. (Cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Familiaris consortio (22 noviembre 1981), 84: AAS 74 (1982), 184-186; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados y vueltos a casar Annus Internationalis Familiae (14 septiembre 1994): AAS 86 (1994), 974-979.) El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía. Sin embargo, los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la Santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea educativa de los hijos.
Donde existan dudas legítimas sobre la validez del Matrimonio sacramental contraído, se debe hacer lo que sea necesario para averiguar su fundamento. Es preciso también asegurar, con pleno respeto del derecho canónico, (Cf. Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, Instrucción sobre las normas que han de observarse en los tribunales eclesiásticos en las causas matrimoniales Dignitas connubii (25 enero 2005), Ciudad del Vaticano, 2005.) que haya tribunales eclesiásticos en el territorio, su carácter pastoral, así como su correcta y pronta actuación. (Cf. Propositio 40.) En cada diócesis ha de haber un número suficiente de personas preparadas para el adecuado funcionamiento de los tribunales eclesiásticos. Recuerdo que «es una obligación grave hacer que la actividad institucional de la Iglesia en los tribunales sea cada vez más cercana a los fieles». (Discurso al Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la inauguración del año judicial (28 enero 2006): AAS 98 (2006), 138) Sin embargo, se ha de evitar que la preocupación pastoral sea interpretada como una contraposición con el derecho. Más bien se debe partir del presupuesto de que el amor por la verdad es el punto de encuentro fundamental entre el derecho y la pastoral: en efecto, la verdad nunca es abstracta, sino que «se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel». (Cf. Propositio 40) Por esto, cuando no se reconoce la nulidad del vínculo matrimonial y se dan las condiciones objetivas que hacen la convivencia irreversible de hecho, la Iglesia anima a estos fieles a esforzarse en vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, como amigos, como hermano y hermana; así podrán acercarse a la mesa eucarística, según las disposiciones previstas por la praxis eclesial. Para que semejante camino sea posible y produzca frutos, debe contar con la ayuda de los pastores y con iniciativas eclesiales apropiadas, evitando en todo caso la bendición de estas relaciones, para que no surjan confusiones entre los fieles sobre del valor del matrimonio.Cf. Ibíd.)
Debido a la complejidad del contexto cultural en que vive la Iglesia en muchos países, el Sínodo recomienda tener el máximo cuidado pastoral en la formación de los novios y en la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del Matrimonio. Un discernimiento serio sobre este punto podrá evitar que los dos jóvenes, movidos por impulsos emotivos o razones superficiales, asuman responsabilidades que luego no sabrían respetar. (Cf. ibíd.) El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada sobre él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal.

Lengua latina
62. No obstante, lo dicho anteriormente no debe ofuscar el valor de estas grandes liturgias. En particular, pienso en las celebraciones que tienen lugar durante encuentros internacionales, hoy cada vez más frecuentes. Éstas han de ser valoradas debidamente. Para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia, quisiera recomendar lo que ha sugerido el Sínodo de los Obispos, en sintonía con las normas del Concilio Vaticano II: (Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 36 y 54) exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, sería bueno que dichas celebraciones fueran en latín; también se podrían rezar en latín las oraciones más conocidas (Propositio 36) de la tradición de la Iglesia y, eventualmente, utilizar cantos gregorianos. Más en general, pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la Santa Misa en latín, además de utilizar textos latinos y cantar en gregoriano; se procurará que los mismos fieles conozcan las oraciones más comunes en latín y que canten en gregoriano algunas partes de la liturgia.(Cf. ibíd.)


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jueves, marzo 15

Benedicto XVI reafirma la situación de los separados en nueva unión, en la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis

VATICANO, 13 Mar. 07 (ACI).-El Papa Benedicto XVI propuso a los divorciados vueltos a casar cultivar "un estilo de vida cristiano" y aunque precisó que no pueden comulgar, recordó que estas personas "siguen perteneciendo a la Iglesia".
En la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis, el Pontífice abordó la relación entre Eucaristía e indisolubilidad del matrimonio.
"Puesto que la Eucaristía expresa el amor irreversible de Dios en Cristo por su Iglesia, se entiende por qué ella requiere, en relación con el sacramento del Matrimonio, esa indisolubilidad a la que aspira todo verdadero amor. Por tanto, es más que justificada la atención pastoral que el Sínodo ha dedicado a las situaciones dolorosas en que se encuentran bastantes fieles que, después de haber celebrado el sacramento del Matrimonio, se han divorciado y contraído nuevas nupcias", explicó.
Según el Papa, éste es "un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos".
En esta coyuntura indicó que "los Pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados".
El Santo Padre reiteró que "el Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura, de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía".
Tras reiterar que "los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia", indicó que ésta "los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea educativa de los hijos".
El documento papal recomienda "tener el máximo cuidado pastoral en la formación de los novios y en la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del Matrimonio".
"Un discernimiento serio sobre este punto podrá evitar que los dos jóvenes, movidos por impulsos emotivos o razones superficiales, asuman responsabilidades que luego no sabrían respetar. El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada sobre él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal", sostiene.


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domingo, marzo 11

Papa exhorta a vivir la conversión como respuesta a los males del mundo

Vaticano, 11 Mar. 07 / 07:51 am (ACI).- Miles de personas se dieron cita en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien al introducir la oración recordó que la conversión vence el mal en su raíz, el pecado.
Reflexionando sobre el Evangelio del día de hoy, el Santo Padre hizo notar “la necesidad de la conversión”, que Jesús propone “no en términos moralistas, sino realistas, como la única respuesta adecuada a los hechos que ponen en crisis las certezas humanas”.


“Cristo invita antes que nada a responder al mal con un serio examen de conciencia y el compromiso de purificar la propia vida”, continuó.
Recordó también que “la conversión, si bien no nos preserva de los problemas, permite que los afrontemos en un ‘modo’ diverso. Sobre todo nos ayuda a prevenir el mal. Permite vencer el mal con el bien, si bien no siempre al nivel de los hechos, ciertamente siempre al nivel espiritual”.
Como síntesis de su reflexión el Pontífice afirmó que: “la conversión vence al mal en su raíz que es el pecado, incluso si no siempre puede evitar las consecuencias”.
“Oremos a María Santísima, que nos acompaña y sostiene en el itinerario cuaresmal, para que ayude a cada cristiano a redescubrir la grandeza, diría la belleza de la conversión. Que nos ayude a comprender que hacer penitencia y corregir nuestra propia conducta no es mero moralismo, sino el camino más eficaz para cambiar para mejor a nosotros mismos y a la sociedad. Lo expresa muy bien una feliz frase: encender un fósforo es mejor que maldecir la oscuridad”, concluyó el Santo Padre.


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