SEPARADOS EN NUEVA UNION

lunes, julio 9

CARTA APOSTÓLICA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN FORMA DE "MOTU PROPRIO" SUMMORUM PONTIFICUM SOBRE EL USO DE LA LITURGIA ROMANA ANTERIOR A LA REFORMA


Los sumos pontífices hasta nuestros días se preocuparon constantemente porque la Iglesia de Cristo ofreciese a la Divina Majestad un culto digno de "alabanza y gloria de Su nombre" y "del bien de toda su Santa Iglesia".
Desde tiempo inmemorable, como también para el futuro, es necesario mantener el principio según el cual, "cada Iglesia particular debe concordar con la Iglesia universal, no solo en cuanto a la doctrina de la fe y a los signos sacramentales, sino también respecto a los usos universalmente aceptados de la ininterrumpida tradición apostólica, que deben observarse no solo para evitar errores, sino también para transmitir la integridad de la fe, para que la ley de la oración de la Iglesia corresponda a su ley de fe. (1)..


"Entre los pontífices que tuvieron esa preocupación resalta el nombre de San Gregorio Magno, que hizo todo lo posible para que a los nuevos pueblos de Europa se transmitiera tanto la fe católica como los tesoros del culto y de la cultura acumulados por los romanos en los siglos precedentes. Ordenó que fuera definida y conservada la forma de la sagrada Liturgia, relativa tanto al Sacrificio de la Misa como al Oficio Divino, en el modo en que se celebraba en la Urbe. Promovió con la máxima atención la difusión de los monjes y monjas que, actuando según la regla de San Benito, siempre junto al anuncio del Evangelio ejemplificaron con su vida la saludable máxima de la Regla: "Nada se anticipe a la obra de Dios" (cap.43). De esa forma la Sagrada Liturgia, celebrada según el uso romano, enriqueció no solamente la fe y la piedad, sino también la cultura de muchas poblaciones. Consta efectivamente que la liturgia latina de la Iglesia en sus varias formas, en todos los siglos de la era cristiana, ha impulsado en la vida espiritual a numerosos santos y ha reforzado a tantos pueblos en la virtud de la religión y ha fecundado su piedad.
Muchos otros pontífices romanos, en el transcurso de los siglos, mostraron particular solicitud porque la sacra Liturgia manifestase de la forma más eficaz esta tarea: entre ellos destaca San Pío V, que sostenido de gran celo pastoral, tras la exhortación de Concilio de Trento, renovó todo el culto de la Iglesia, revisó la edición de los libros litúrgicos enmendados y "renovados según la norma de los Padres" y los dio en uso a la Iglesia Latina.
Entre los libros litúrgicos del Rito romano resalta el Misal Romano, que se desarrolló en la ciudad de Roma, y que, poco a poco, con el transcurso de los siglos, tomó formas que tienen gran semejanza con las vigentes en tiempos más recientes.
Fue éste el objetivo que persiguieron los Pontífices Romanos en el curso de los siguientes siglos, asegurando la actualización o definiendo los ritos y libros litúrgicos, y después, al inicio de este siglo, emprendiendo una reforma general"(2). Así actuaron nuestros predecesores Clemente VIII, Urbano VIII, san Pío X (3), Benedicto XV, Pío XII y el beato Juan XXIII.
En tiempos recientes, el Concilio Vaticano II expresó el deseo che la debida y respetuosa reverencia respecto al culto divino, se renovase de nuevo y se adaptase a las necesidades de nuestra época. Movido de este deseo, nuestro predecesor, el Sumo Pontífice Pablo VI, aprobó en 1970 para la Iglesia latina los libros litúrgicos reformados, y en parte, renovados. Éstos, traducidos a las diversas lenguas del mundo, fueron acogidos de buen grado por los obispos, sacerdotes y fieles. Juan Pablo II revisó la tercera edición típica del Misal Romano. Así los Pontífices Romanos han actuado "para que esta especie de edificio litúrgico (...) apareciese nuevamente esplendoroso por dignidad y armonía"(4).
En algunas regiones, sin embargo, no pocos fieles adhirieron y siguen adhiriendo con mucho amor y afecto a las anteriores formas litúrgicas, que habían embebido tan profundamente su cultura y su espíritu, que el Sumo Pontífice Juan Pablo II, movido por la preocupación pastoral respecto a estos fieles, en el año 1984, con el indulto especial "Quattuor abhinc annos", emitido por la Congregación para el Culto Divino, concedió la facultad de usar el Misal Romano editado por el beato Juan XXIII en el año 1962; más tarde, en el año 1988, con la Carta Apostólica "Ecclesia Dei", dada en forma de Motu proprio, Juan Pablo II exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad a favor de todos los fieles que lo solicitasen.
Después de la consideración por parte de nuestro predecesor Juan Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles, después de haber escuchado a los Padres Cardenales en el consistorio del 22 de marzo de 2006, tras haber reflexionado profundamente sobre cada uno de los aspectos de la cuestión, invocado al Espíritu Santo y contando con la ayuda de Dios, con las presentes Cartas Apostólicas establecemos lo siguiente:
Art. 1.- El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la "Lex orandi" ("Ley de la oración"), de la Iglesia católica de rito latino. No obstante el Misal Romano promulgado por San Pío V y nuevamente por el beato Juan XXIII debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma "Lex orandi" y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la "Lex orandi" de la Iglesia no llevarán de forma alguna a una división de la "Lex credendi" ("Ley de la fe") de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.
Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que no se ha abrogado nunca, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia. Las condiciones para el uso de este misal establecidas en los documentos anteriores "Quattuor abhinc annis" y "Ecclesia Dei", se sustituirán como se establece a continuación:
Art. 2.- En las Misas celebradas sin el pueblo, todo sacerdote católico de rito latino, tanto secular como religioso, puede utilizar sea el Misal Romano editado por el beato Papa Juan XXIII en 1962 que el Misal Romano promulgado por el Papa Pablo VI en 1970, en cualquier día, exceptuado el Triduo Sacro. Para dicha celebración siguiendo uno u otro misal, el sacerdote no necesita ningún permiso, ni de la Sede Apostólica ni de su Ordinario.
Art. 3.- Las comunidades de los institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, de derecho tanto pontificio como diocesano, que deseen celebrar la Santa Misa según la edición del Misal Romano promulgado en 1962 en la celebración conventual o "comunitaria" en sus oratorios propios, pueden hacerlo. Si una sola comunidad o un entero Instituto o Sociedad quiere llevar a cabo dichas celebraciones a menudo o habitualmente o permanentemente, la decisión compete a los Superiores mayores según las normas del derecho y según las reglas y los estatutos particulares.
Art 4.- A la celebración de la Santa Misa, a la que se refiere el artículo 2, también pueden ser admitidos -observadas las normas del derecho- los fieles que lo pidan voluntariamente.
Art.5. §1.- En las parroquias, donde haya un grupo estable de fieles adherentes a la precedente tradición litúrgica, el párroco acogerá de buen grado su petición de celebrar la Santa Misa según el rito del Misal Romano editado en 1962. Debe procurar que el bien de estos fieles se armonice con la atención pastoral ordinaria de la parroquia, bajo la guía del obispo como establece el can. 392 evitando la discordia y favoreciendo la unidad de toda la Iglesia.
§ 2.-La celebración según el Misal del beato Juan XXIII puede tener lugar en día ferial; los domingos y las festividades puede haber también una celebración de ese tipo.
§ 3.- El párroco permita también a los fieles y sacerdotes que lo soliciten la celebración en esta forma extraordinaria en circunstancias particulares, como matrimonios, exequias o celebraciones ocasionales, como por ejemplo las peregrinaciones.
§ 4.- Los sacerdotes que utilicen el Misal del beato Juan XXIII deben ser idóneos y no tener ningún impedimento jurídico.
§ 5.- En las iglesias que no son parroquiales ni conventuales, es competencia del Rector conceder la licencia más arriba citada.
Art.6. En las misas celebradas con el pueblo según el Misal del Beato Juan XXIII, las lecturas pueden ser proclamadas también en la lengua vernácula, usando ediciones reconocidas por la Sede Apostólica.
Art.7. Si un grupo de fieles laicos, como los citados en el art. 5, §1, no ha obtenido satisfacción a sus peticiones por parte del párroco, informe al obispo diocesano. Se invita vivamente al obispo a satisfacer su deseo. Si no puede proveer a esta celebración, el asunto se remita a la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei".
Art. 8. El obispo, que desea responder a estas peticiones de los fieles laicos, pero que por diferentes causas no puede hacerlo, puede indicarlo a la Comisión "Ecclesia Dei" para que le aconseje y le ayude.
Art. 9. §1. El párroco, tras haber considerado todo atentamente, puede conceder la licencia para usar el ritual precedente en la administración de los sacramentos del Bautismo, del Matrimonio, de la Penitencia y de la Unción de Enfermos, si lo requiere el bien de las almas.
§2. A los ordinarios se concede la facultad de celebrar el sacramento de la Confirmación usando el precedente Pontifical Romano, siempre que lo requiera el bien de las almas.
§3. A los clérigos constituidos "in sacris" es lícito usar el Breviario Romano promulgado por el Beato Juan XXIII en 1962.
Art. 10. El ordinario del lugar, si lo considera oportuno, puede erigir una parroquia personal según la norma del canon 518 para las celebraciones con la forma antigua del rito romano, o nombrar un capellán, observadas las normas del derecho.
Art. 11. La Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", erigida por Juan Pablo II en 1988, sigue ejercitando su misión.
Esta Comisión debe tener la forma, y cumplir las tareas y las normas que el Romano Pontífice quiera atribuirle.
Art. 12. La misma Comisión, además de las facultades de las que ya goza, ejercitará la autoridad de la Santa Sede vigilando sobre la observancia y aplicación de estas disposiciones.
Todo cuanto hemos establecido con estas Cartas Apostólicas en forma de Motu Proprio, ordenamos que se considere "establecido y decretado" y que se observe desde el 14 de septiembre de este año, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, pese a lo que pueda haber en contrario.
Dado en Roma, en San Pedro, el 7 de julio de 2007, tercer año de mi Pontificado.
NOTAS
(1) Ordinamento generale del Messale Romano 3ª ed. 2002, n.937
(2) JUAN PABLO II, Lett. ap. Vicesimus quintus annus, 4 dicembre 1988, 3: AAS 81 (1989), 899
(3) Ibid. JUAN PABLO II, Lett. ap. Vicesimus quintus annus, 4 dicembre 1988, 3: AAS 81 (1989), 899
(4) S. Pio X, Lett. ap. Motu propio data, Abhinc duos annos, 23 ottobre 1913: AAS 5 (1913), 449-450; cfr JUAN PABLO II lett. ap. Vicesimus quintus annus, n. 3: AAS 81 (1989), 899
(5) Cfr Ioannes Paulus II, Lett. ap. Motu proprio data Ecclesia Dei, 2 luglio 1988, 6: AAS 80 (1988), 1498




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domingo, julio 8

"No habrá reforma educativa si faltan los límites y las jerarquías"

Para la psicóloga Claudia Messing, “no habrá reforma educativa con posibilidad de éxito si no se producen cambios en la familia” que dejen atrás la falta de límites y jerarquías de los últimos tiempos. Esa horizontalidad familiar se traduce en “un deterioro de sus funciones lógicas, que impide o dificulta la comprensión y el manejo de las categorías abstractas de los estudios superiores, como se observa en los fracasos masivos para el ingreso en las universidades nacionales”.
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Para esta psicóloga y terapeuta familiar especializada en orientación vocacional, la muy actual falta de autoridad en el seno de las familias, la ausencia de contención y de diferenciación en los roles familiares e incluso el registro de papeles invertidos –con hijos que mandan y padres que obedecen– dejan a los jóvenes en un estado de apatía y desinterés general, les produce dificultades para entusiasmarse, para apasionarse y entregarse sostenidamente a un objetivo, y les provoca temores y conductas fóbicas que obstaculizan sus estudios. Sostiene la entrevistada que una verdadera reforma educativa no puede seguir apuntando exclusivamente a definir los contenidos de la enseñanza, sino que se debe dar prioridad al acompañamiento de las familias, para ayudarlas a construir nuevos modelos de contención y diferenciación que permitan a los hijos asumir una actitud de mayor compromiso frente al aprendizaje.

Messing dirige desde 1992 la Escuela de Posgrado en Orientación Vocacional Vincular-Familiar, y es conferencista y docente en universidades nacionales y privadas, además de autora de numerosos trabajos teóricos de investigación y divulgación sobre esta temática.

Entre sus libros figura Desmotivación, insatisfacción y abandono de proyectos en los jóvenes , editado por Noveduc, dentro de la colección Familias, dirigida por Eva Giberti.

-Las estadísticas muestran que, en la Argentina, un alto porcentaje de los estudiantes que se inscribe en una carrera cambia su elección en algún momento. Además, hay altas tasas de abandono y es bajísima la relación ingresados-egresados en la universidad pública. ¿A qué se debe?

-Efectivamente, más del 50 por ciento de los estudiantes inscriptos en el Ciclo Básico Común (CBC) de la UBA deserta antes de comenzar sus carreras, mientras que egresa apenas el 20 o el 21 por ciento de los matriculados en todo el sistema universitario, público y privado, según datos oficiales de la Secretaría de Políticas Universitarias. Estas estadísticas reflejan indirectamente una compleja problemática que condiciona dolorosamente la vida de los jóvenes: la desmotivación, la insatisfacción y el abandono de sus propios proyectos. Muchos jóvenes deciden seguir estudiando después del secundario porque el mercado les exige un título terciario o universitario, pero sin sentirse atraídos por ningún campo ocupacional. Otros eligen carreras que coinciden con sus intereses vocacionales, pero se desmotivan rápidamente.

-¿Es un problema nuevo?

-La desorganización y desconcentración son nuevas problemáticas del aprendizaje. Se intenta muchas veces acallarlas cediendo a la creciente presión de los laboratorios, en favor de la medicalización de los niños. Una de las fuentes de ese deterioro es la posición de simetría y paridad que los padres transmiten a sus hijos, sin advertirlo. Las dificultades de contención familiar provocan impulsividad y desorganización.

-¿Se puede decir que hoy muchos jóvenes carecen de recursos para vencer las dificultades de la vida universitaria?

-La falta de límites y jerarquías se traduce en un deterioro de sus funciones lógicas, lo que, luego, impide o dificulta la comprensión y el manejo de las categorías abstractas de los estudios superiores, como se observa en los fracasos masivos en el ingreso en las universidades nacionales. Allí se pone en evidencia que los jóvenes egresan de la escuela media sin haber incorporado las competencias básicas para ingresar en la universidad. Es alarmante percibir hasta qué punto estos rasgos de simetría y autoritarismo transmitidos consciente e inconscientemente se manifiestan cada vez más temprano en los jóvenes, produciendo daños importantes. Hoy los niños dan órdenes a sus padres, deciden acerca de los profesionales con los que desean ser atendidos, intentan resolver situaciones familiares problemáticas, mientras padecen paralelamente graves problemas de aprendizaje, terrores fóbicos paralizantes, situaciones de estrés y frecuentes dolores de cabeza por la "adultez" e hiperexigencia en la que se ubican.

-¿Esto influye más tarde en las elecciones vocacionales?

-Claro. Pero no se trata de la tradicional desorientación vocacional por falta de información sobre las carreras o por mandatos familiares. Estamos hablando de nuevas sintomatologías emocionales, de una gran desconexión emocional que deja a los jóvenes en un estado de apatía, desmotivación y desinterés general, con dificultades para entusiasmarse, para apasionarse y entregarse sostenidamente a un objetivo.

-¿Cuál es el origen de estos nuevos fenómenos?

-Son resultado del impacto de las profundas transformaciones del contexto social, histórico, cultural, laboral y educativo, y de las gravísimas dificultades que tienen los padres en este contexto para construir modelos de contención. La pérdida de la seguridad en la condición salarial, en el marco de un Estado debilitado en su función reguladora, arrastra al conjunto de sus instituciones, y muy particularmente a la familia y a la escuela. Se cede al mercado de consumo y a los medios masivos de comunicación parte de la función estructurante y se propone una cultura de la inmediatez, el consumismo, hedonismo, individualismo, narcisismo y facilismo.

-¿Los padres han flexibilizado demasiado sus papeles?

-Más allá de los múltiples cambios de la familia actual (familias ensambladas, consensuadas, monoparentales, etcétera) y de la dosis de autoritarismo y violencia que todavía persiste, existen denominadores comunes, que pasan por la mayor cercanía, confianza y demostración afectiva en el vínculo entre padres e hijos. Pero esta proximidad en el vínculo con los hijos, que ha sido una gran conquista, porque ha barrido con el miedo y la distancia de épocas anteriores, no se ha podido acompañar con la construcción de buenos modelos de contención y diferenciación. Los padres establecen con sus hijos vínculos cercanos y afectuosos, pero a la vez simétricos e indiscriminados. Los padres transmiten inconscientemente una posición de paridad con sus hijos, que genera en la interacción con el medio externo múltiples sintomatologías actuales.

-¿Es más difícil sostener la autoridad de los padres en un mundo sin certezas?

-La autoridad de los padres es mucho más difícil de sostener en un mundo atravesado por la incertidumbre, la inseguridad social y laboral, la falta de garantías y certezas, donde los únicos apoyos son los propios valores y la propia percepción. Los límites ya no se pueden establecer autoritariamente, por decreto, sino que tienen que ser reconocidos y aceptados para ser internalizados, lo cual implica un arduo trabajo de coherencia y consistencia por parte de los adultos, que deben aprender a trabajar en conjunto.

-¿Cómo se revierte este cuadro?

-El desconocimiento de la simetría instalada en los vínculos familiares actuales es un factor que dificulta enormemente la construcción de nuevos modelos de contención y autoridad dentro de las familias. El restablecimiento del contacto comunicativo y la expresión de los afectos permite salir de la desconexión emocional. El ejercicio del respeto y la renuncia al maltrato y la violencia en la comunicación hacen que los jóvenes recuperen el respeto por sus propios intereses vocacionales. La reincorporación de los padres como figuras protectoras permite la salida de las situaciones fóbicas que la situación de aprendizaje y el compromiso con una carrera despiertan. La recuperación de la jerarquía grande-chico permite establecer jerarquías y elegir entre los propios intereses para poder llegar a una decisión. El aprendizaje de una posición activa en la comunicación, a través del ejercicio de la insistencia, el pedido y la expresión de las propias emociones sin sometimiento ni desubicación, prepara a los jóvenes para vencer los obstáculos de la vida universitaria y también de la vida laboral.
Leonor Carmen María Ramos
Para LA NACION


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domingo, julio 1

Vacaciones ¿con o sin Dios?

Ver las vacaciones sólo como un momento de relax lleno de tentaciones es injusto para con nosotros mismos y para con el mismo Dios.
El traje de baño, las gafas de sol, una novela de intriga, una revista de crucigramas, algo de ropa (no mucha), desodorante, colonia... Todo entra en la maleta, antes de salir, por fin, de vacaciones.
Todo... Bueno, algo tiene que quedarse en casa. Miramos a la estantería y salta, ante nuestros ojos, una Biblia. ¿La llevamos? Una voz nos susurra: "pesa mucho, además, vas de vacaciones, para disfrutar y descansar, que te lo mereces..."

Existe el peligro de vivir el tiempo de vacaciones como si Dios no existiese, como si la fe cristiana fuese sólo para los días ordinarios, para el trabajo, cuando los familiares, conocidos y amigos clavan sus ojos en nosotros y siguen cada uno de nuestros movimientos. Las vacaciones, piensan algunos, se viven para olvidar deberes pesados, responsabilidades difíciles, normas oprimentes. Incluso hay quienes olvidan o quieren olvidar esa lista de mandamientos que Dios nos dio por medio de Moisés y que marcan nuestro camino de fidelidad a Cristo. Buscan hacer "vacaciones de Dios", o, incluso, mandan a Dios "de vacaciones" para poder disfrutar unos días según lo que se les antoje en cada momento.
El cristiano, sin embargo, no puede tomarse vacaciones de sus compromisos espirituales. Pensar en las vacaciones como una especie de tiempo sin ley, donde uno se echa unas cuantas canas al aire y se permite películas, bailes o bebidas que pueden ser peligrosas, es simplemente no entender el tesoro tan estupendo que llevamos entre manos. No es justo arriesgarse a perder, en unos días, la amistad con Dios que llamamos "estado de gracia".
La vida cristiana, no lo olvidemos, es el tesoro más grande que Dios nos ha dado. Implica vivir según las bienaventuranzas, pensar en los demás, ayudar a los pobres, ser fieles a los compromisos familiares y sociales. El descanso no puede ser un paréntesis, un momento en el que dejemos volar los instintos a donde nos lleven, incluso tal vez a algún que otro pecado grave.
No pensemos sólo en el campo sexual, donde ya de por sí somos tentados durante casi todo el año. También se puede aplicar a las vacaciones la parábola del pobre Lázaro a las puertas del rico (que llamamos, ya por costumbre, Epulón): habrá algún necesitado que nos pida ayuda, y el pensar en los otros vale también cuando uno está en la playa o en la montaña. Igualmente, hay vírgenes necias que, en el descanso, son sorprendidas por la llegada del esposo, y no tienen aceite en sus lámparas. La muerte no avisa, y no es de psicóticos estar preparados al encuentro del Señor. Y los dones que Dios nos ha dado (salud, alegría, optimismo, energías físicas y espirituales) no son para ser guardados durante las semanas de descanso: también nos pueden pedir cuenta de lo que hayamos hecho o dejado de hacer con ellos estos días en los que alguno se siente con más ganas de acariciar las sábanas que de dedicarse a ayudar a la familia en las pequeñas cosas de todos los días (también en vacaciones).
Pero ver las vacaciones sólo como un momento de relax lleno de tentaciones es injusto para con nosotros mismos y para con el mismo Dios. Cuando disponemos de más tiempo libre, cuando los momentos de descanso son abundantes, podemos dedicarnos con mayor serenidad a tantas actividades que embellecen el corazón, que nos acercan a Dios. El Papa Juan Pablo II nos lo decía en sus palabras del domingo 6 de julio de 2003, cuando expresaba su deseo de que "sea provechoso el descanso vacacional para crecer espiritualmente".
Ir un rato a una iglesia o al cementerio más cercano para rezar, sin prisas, sin relojes. Pasear los ojos en las plantas con las que Dios nos permite asomarnos a su imaginación inagotable. Escuchar con esperanza los gritos de unos niños que luchan por mantener en pie, frente a las olas, un castillo de arena frágil como la vida de cada hombre y mujer en este planeta de emociones y sorpresas. Seguir con la mirada el vuelo de un murciélago que todas las tardes busca y consigue la comida para su existencia efímera. Mil oportunidades nos permiten reflexionar sobre tantas cosas importantes: nuestra familia, nuestras amistades, nuestros sueños más profundos, quizá aún irrealizados...
Acabamos de preparar la maleta. Quizá no hubo espacio para la Biblia gruesa, pesada, más de adorno que de lectura. Pero pudimos apretar, entre un pijama y unos pantalones de paseo, un pequeño Evangelio o una "Imitación de Cristo". Tendremos pequeños momentos para volver a leer verdades que nos salvan, que nos ponen ante lo único necesario. Cuando cada domingo, en la playa o en la montaña, busquemos una iglesia para ese encuentro deseado con Cristo en la Misa, podremos decirle que esta vez, de verdad, no hemos hecho unas vacaciones sin Dios.
A Él lo invitamos, el primero, a vivir unos días de emociones y de descanso, estos días de vacaciones. Un descanso que será eterno y feliz, si acogemos su amor, cuando nos llame, un día cualquiera, en el trabajo o, por sorpresa, en un día de vacaciones vividas, esperamos, entre sus brazos de Padre bueno.
Autor: Fernando Pascual
Fuente: Catholic.net


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